sábado, 4 de abril de 2009

Dos copas y me voy

He tenido que irme para sosegarme. La coincidencia del fin del verano, con la carga de nuevos días otoñales. He hecho un viaje, lo necesitaba, se acabo por un tiempo la risa. Se acabó en un lejano pueblo de casas humildes, con una iglesia que se despedazaba, con uno de sus atardeceres en los que el viento juega con tus mechones mientras tú en la única tienda que hay te pones a observar los acres de tierra.

Nada va siendo lo mismo, mis nostalgias me acongojan. Me he desentendido del mundo por unos días, lo he hecho llevándome el ejemplar algo maltratadito que tengo de las mil y una noches. En completo estado de sobriedad, pasándome las tardes en caminatas que muchos lugareños veían como sospechosas. ¡¡¡Pero si soy un zorro!!! ¿De qué podían extrañarse? ¿De que me comiera el poco ganado que por allí había?

Solo buscaba hacer trekking. Solo eso.

Hay tiempos en los que indefectiblemente ya no se puede ser el mismo. Me he resistido a entenderlo. Me he resistido hasta aferrarme a lagrimones abiertos asiéndome de los cubrecamas del hospedaje en el que estuve. El núcleo de que todo anduviera de la wich estribaba en nuestra juntura amiguera, allí con los manes de la banda que tenemos. ¡Cuánta agua ha salpicado a nuestras orillas durante todo este tiempo! ¡Cuánta alegría nos ha embargado y también cuánta bronca! Pero ya no, llegamos hasta allí.

Uno se va a Australia, otro ha decidido darle de lleno a su carrera universitaria, otro se nos casa pronto. Los tres restantes, incluyéndome, nos objetamos. Había llegado el momento de la dilucidación. Yo cargué con mis chivas, deje una nota en el cabezal de mi mesa de noche y me fui.

Fueron días medianamente estupendos, me fui a los cerros a tirarme boca arriba con mis brazos entrecruzados tras mi nuca, reflexionando, silbando como chiquillo travieso, como un chiquillo travieso al que lo habían sedado. Ya en mi casa me gusta silbar junto a los pajaritos, así que allí me sentí familiarizado, especialmente en los atardeceres que tienen una majestuosidad simple, cautivadora.

Cuatro días recorriendo muchos parajes me fueron devolviendo a la calma que había perdido. Es duro saber que tantos años realmente únicos se van a causa de que los rigores de la vida cambian. Me ha costado, y aún me cuesta asimilarlo,

Ahora estoy en una ciudad más grande luego de habérmela pasado en solitariedad. Tengo algunos amigos aquí, me he alojado en un hotel más decente, y mientras la administración me presta una laptop, aprovecho para postear y beberme un tinto.

Dos copas más y me voy, este fin la pasaré por acá. Ya luego en Lima la recomposición de mis actividades y de mi vida caerá con el peso de los años, que ahora que ha pasado esto, me empiezan a pesar.

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